No puedes permanecer mucho tiempo sin respirar, ya que al dejar de hacerlo almacenas dióxido de carbono. Y si este se acumula en la sangre, parte un mensaje hacia el cerebro y, desde allí, se envía la respuesta ordenando a las vías respiratorias que reanuden su labor, o se atengan a las consecuencias. Es decir, que te veas obligado a volver a respirar.
Referencias
- Mondadori, G. (coord.) (2003). Enciclopedia de Carlitos: tu maravillo cuerpo. Madrid: MDS Books.
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